Hospitales enterrados bajo tierra en la guerra de Ucrania

Kiev empieza a construirlos ocultos en el subsuelo, ya que “son objetivos militares”. Aunque los centros sanitarios siguieron siendo atacados en conflictos como los de Corea o Vietnam, la Convención de Ginebra en 1949 y el protocolo que se le añadió en 1977 intentaron definir un marco legal para la protección de estas edificaciones destinadas a socorrer a las víctimas de los conflictos. Sin embargo, las violaciones sistemáticas de la legislación humanitaria han hecho que los hospitales habilitados con tiendas de campaña -popularizados por la serie M*A*S*H- estén a punto de pasar a la historia ante el riesgo que representan. Según informó a principios de mayo el Ministerio de Salud ucraniano, Rusia ha destruido más de 300 instalaciones médicas y ha dañado otras 2.000 desde que lanzó su invasión general en febrero de 2022.


Para el teniente coronel Roman Kuziv, la decisión de enterrar literalmente el hospital de campaña bajo seis metros de tierra fue consecuencia lógica de las estadísticas: los rusos habían bombardeado otro centro sanitario de la misma zona 16 veces.

“Hemos aceptado que Rusia ignore de forma repetida la Convención de Ginebra y nunca más volveremos a recuperar la protección que tenían los centros de atención médica”, señala, mientras su vehículo desciende por la rampa que conduce al subsuelo.

Allí, el visitante descubre una moderna instalación de 400 metros cuadrados, repartidos en seis cubículos de grueso metal ensamblado que, según la nomenclatura militar, responde a las máximas expectativas que se requieren de estos centros.

“Es un hospital Role 4”, explica Kuziv, recurriendo a esa clasificación. “Hay dos salas de cirugía y una Unidad de Cuidados Intensivos. Tenemos un pozo que nos abastece de agua y dos sistemas de generadores propios”, agrega, al tiempo que recorre los diversos niveles de la instalación.

“Me dijeron que estaba loco, pero los hospitales son claro objetivo. El 1 de febrero di orden de evacuar el de Pokrovsk a las 20:00 horas. Saqué a decenas de empleados. Dos horas más tarde, los rusos le lanzaron siete bombas CAB [de 500 kilos]”, rememora el responsable de los centros sanitarios militares del este del país.

Los contenedores con forma de cilindro son fabricados en las factorías de Metinvest, que también ha transformado su política de producción para asistir al ejército ucraniano. “El primer hospital subterráneo entró en servicio el año pasado y ahora hay otro en construcción. Al principio, queríamos hacer módulos pequeños que se unieran con tornillos, pero los soldados nos dijeron que no tenían tiempo para eso y decidimos hacerlos más grandes”, precisa Oleksandr Myronenko, director ejecutivo de la empresa, en las instalaciones donde se producen los contenedores.

Los ingenieros que participaron en las pruebas para certificar las instalaciones recurrieron a fuego real y explosivos para comprobar su resistencia: desde proyectiles de 120 milímetros hasta morteros o artefactos de ocho kilos de TNT, que fueron lanzados con drones sobre la estructura.

“Lamentablemente, Ucrania es ahora un laboratorio donde se experimenta cuál será el futuro de la estrategia bélica”, opina Kuziv.

La transferencia de los centros sanitarios al subsuelo confirma la regresión a la que se asiste en el terreno del respeto a las leyes que debían regir supuestamente los conflictos, que se establecieron tras la Segunda Guerra Mundial, donde precisamente los hospitales subterráneos fueron casi la norma ante los ataques indiscriminados que sufrían por parte de todos los contendientes.

Sala de maternidad subterránea del hospital de Jersón, en el sur de Ucrania.Albert Lores

Aunque los centros sanitarios siguieron siendo atacados en conflictos como los de Corea o Vietnam, la Convención de Ginebra en 1949 y el protocolo que se le añadió en 1977 intentaron definir un marco legal para la protección de estas edificaciones destinadas a socorrer a las víctimas de los conflictos. Sin embargo, las violaciones sistemáticas de la legislación humanitaria han hecho que los hospitales habilitados con tiendas de campaña -popularizados por la serie M*A*S*H- estén a punto de pasar a la historia ante el riesgo que representan.

Según informó a principios de mayo el Ministerio de Salud ucraniano, Rusia ha destruido más de 300 instalaciones médicas y ha dañado otras 2.000 desde que lanzó su invasión general en febrero de 2022.

El 8 de julio del pasado año, un cohete ruso devastó parcialmente el mayor hospital infantil del país, el Okhmatdyt de Kiev, matando a dos adultos. El ejército ucraniano informó que Moscú disparó un misil de crucero, conocido por su efectividad para ajustarse al objetivo designado.

Para Pavlo Kovtoniuk, autor de un informe sobre las recurrentes arremetidas armadas de las tropas rusas contra las instalaciones sanitarias, Moscú “ya empleó esta táctica asesina en Chechenia y Siria sin asumir responsabilidad. Si Rusia evita el castigo, la destrucción de hospitales se convertirá en un arma de guerra. El mal que queda impune nunca para de crecer”. La práctica dista mucho de ser una atribución exclusiva de las fuerzas armadas rusas. En Gaza, los ataques israelíes contra centros sanitarios han sido una constante desde octubre de 2023.

Según la organización Perspectiva sobre la Inseguridad, hasta el 28 de abril pasado las instituciones médicas de la Franja habían sido atacadas 359 veces. Los israelíes asesinaron a 645 empleados sanitarios y arrestaron a otros 354.

Unos datos que la Organización Mundial de la Salud resumía de forma contundente: “Al menos el 94% de los hospitales de Gaza han sido dañados o destruidos”.

Gaza se coloca en primera posición de este triste ránking, que, sin embargo, es un reflejo de una táctica cada vez más integrada en la estrategia militar de numerosos países.

En 2016, la ONG Médicos sin Fronteras ya lanzó una campaña alertando sobre la multiplicación de este tipo de asaltos, considerados como un crimen de guerra bajo el lema No es un objetivo. Dos años más tarde, la prestigiosa revista The Lancet llegó a preguntarse en su editorial si “los principios humanitarios, tal y como se definen hoy, son todavía relevantes para una estrategia bélica que no cesa de cambiar”.

Situado a 12 kilómetros del frente, el hospital ideado por Kuziv recibió la visita del propio presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en diciembre pasado, quien destacó el carácter innovador del centro. El proyecto pionero está dando paso a toda una política de edificar instalaciones médicas bajo tierra, apadrinada por el Ejecutivo local. Así, por ejemplo, Kiev planea construir en la región de Járkiv un gran hospital de 12.000 metros cuadrados, con capacidad para 2.000 personas.

En Jersón, en el sur del país, las autoridades locales ya han puesto en marcha tres departamentos subterráneos en otras tantas instalaciones médicas. Una de ellas fue habilitada como sala de maternidad desde enero de este año.

“El edificio ha recibido dos impactos directos y otros dos muy cercanos en lo que va de año”, explica Volodymer Gobachevsky, de 58 años, uno de los responsables del recinto.

Cuatro féminas permanecen ingresadas en el hospital, a la espera de dar a luz o hasta que se recuperen del parto. Natalia Mokrakova, de 36 años, es una de ellas. Hace sólo algunas horas que trajo al mundo a la pequeña Nikita. Para ella, ser madre bajo la amenaza perpetua de una guerra ni siquiera es un valor añadido.

“Las mujeres siempre han dado a luz durante las guerras, incluso durante la Segunda Guerra Mundial”, asegura.

Fuente: https://www.elmundo.es